Newsletter enero 2012

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¿Qué hacemos con las redes sociales?

A estas alturas no hay nadie que se dedique a esto del fundraising que no

haya dedicado algo de su escaso tiempo a reflexionar sobre cómo utilizar las

redes sociales. Facebook, twitter, google+…, parece que si no estás activo

en ellas no existes, no estás al día, no eres nadie.

Y algo de razón debe de haber en ello. Si contemplamos el fundraising como

una labor de relación con mis donantes, actuales o potenciales, a lo largo

del tiempo, tiene todo el sentido del mundo que nos esforcemos en usar las

redes sociales, cuya finalidad, precisamente, es construir relaciones. Lejos

quedan los tiempos en que pedíamos dinero para una buena iniciativa de

sopetón, ahora hay que enmarcar nuestra petición en una serie de mensajes

que las redes sociales pueden muy bien canalizar.

Pero tampoco hay que perder el sentido común. Todos conocemos a gente que

está harta de recibir miles de mensajes banales: facebook puede cansar y hay

muchos que sencillamente, en silencio y sin alardear, lo abandonan. Twitter

es inmediato, pero puede ser inoportuno, y además, ¿podemos explicar algo

serio a través suyo? Y google+ ha aportado poco hasta ahora; si no son

capaces de dar algo más no parece que vaya a despegar.

¿Entonces? Bueno, quizás no es tan difícil, al menos en teoría. Es probable

que el problema radique en el uso indiscriminado de estas herramientas, sin

criterio. Nada nuevo. Disponemos desde hace tiempo del teléfono y seguimos

usándolo mal: agobiando a quien ya nos ha dicho que no mil veces (y

perdiendo de paso el tiempo y el dinero) o no llamando para dar las gracias,

por ejemplo, cuando recibimos un donativo digno de ello (limitándonos, en el

mejor de los casos a un triste y frío e-mail).

A poco que nos pongamos a pensar veremos que la cuestión no es redes

sociales sí o no (la respuesta es sí), sino redes sociales cómo, cuándo y a

quién. Y este es un ejercicio que deberíamos hacer de vez en cuando, pero no

limitándonos a las redes sociales, sino a todos nuestros canales de

comunicación. Encuentros, reuniones, llamadas telefónicas, emails, cartas

postales, vídeos, publicaciones… y redes sociales. Habrá que ver qué

queremos decir y buscar el canal o canales mejores para que nuestro mensaje

llegue. Además, el canal será diferente para personas distintas, aunque

todas ellas formen parte de nuestra comunidad. Hay que saber quiénes odian

las llamadas telefónicas y quiénes las agradecen, quiénes leen el mail y

quiénes prefieren una carta en papel, a ser posible firmada de puño y letra,

quiénes están conectados a redes sociales y quiénes prefieren vernos cara a

cara, aunque sólo sea una vez al año.

En definitiva, segmentación y darle a cada uno lo que precisa. Decirlo es

fácil, hacerlo bien es clave.

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